Hace unos pocos días te fuiste.
Desapareciste de este mundo y sigo sin poder asimilarlo.
Ninguno de aquí nos lo creemos.
Se fue tu presencia.
Se fue tu sonrisa eterna.
Cuando te conocí, me contaron que iba a sentir amor-odio por ti y yo les decía que eso era imposible puesto que, no se podía sentir amor cuando tenías fama de suspender a todos.
Pasó poco tiempo y me di cuenta de que tenían razón, me ganaste, a pesar de suspenderme.
Riendo siempre nos preguntabas que por qué te teníamos cariño si nos suspendías...
Pues bien, creo que la respuesta es fácil y es que tú, tal y como eras, hacías que te quisiéramos a pesar de lo malo. Nadie había conseguido eso en mí antes.
Y es que creo que eso es lo que te hacía único como persona.
Hacías las clases divertidas y en ningún momento aburridas.
Nos enganchabas a la historia de la filosofía mediante tus bromas y tus ejemplos, como el de la silla encima de la mesa.
Mítico ejemplo en ti.
Nunca olvidaré cada lección aprendida, y no solo hablo de filosofía.
Porque, además de filosofía, enseñabas a ver el mundo de otra manera.
A que miráramos desde nuestros ojos con otra perspectiva.
A que disfrutáramos de la vida cada segundo como tú lo hacías.
Desde ese "HOOOLA, HOOOLA" transmitiendo alegría mientras entrabas por la puerta. Y es que daba igual si era primera hora o última hora, desprendías felicidad en cualquier momento del día. Y esa felicidad la compartíamos contigo cada vez que tocaba tu clase. Porque tu hora es la que más ansiaba que llegara.
Desde ese "chicos levantad las persianas" cada día. Y es que, volveríamos a dejarlas bajadas simplemente para volver a escuchar tu voz aquí con nosotros.
Desde esa devoción que mostrabas por tu mujer cada vez que hablabas de ella, porque ojalá encontrar a una persona que me quiera como tú lo hacías con ella.
Cómo olvidar tus momentos hablando de tu gran debilidad, Scarlett Johansson. Cómo olvidar las veces que nos enseñabas tus viajes en fotos, las anécdotas eran cada vez más interesantes.
Siempre te estaré agradecida porque hiciste que amara la filosofía y que amara aún más a los míos.
Nos convertiste en mejores personas de lo que ya éramos.
Porque aprendimos contigo pero, sobretodo, de ti.
Porque fuiste y serás mi mejor profesor, la mejor persona que he conocido.
Te agradezco cada consejo que me transmitías, cada ayuda, cada todo.
Te mostrabas orgulloso de nosotros y, espero, que desde ahí arriba sientas que todos y cada uno de nosotros estamos orgullosos de ti.
Como profesor, como persona y como nuestro amigo.
Tu pérdida deja mucho dolor aquí abajo pero, sobretodo, deja sonrisas por cada recuerdo tuyo.
Vamos a ser fuertes por ti, porque nos enseñaste a serlo.
Hoy el cielo brillará más que nunca porque estás tú.
Aunque no estés presente físicamente, nunca dejarás de estarlo en nuestra vida y en nuestro corazón.
Una persona como tú es imposible olvidarla, porque mientras cada uno de nosotros vivamos, tú vivirás.
Te echamos de menos, profe.
Te queremos, Juanfran.