No exagero cuando me refiero al 2019 como el gran cambio de
mi vida. Me paro a pensar en cada una de las sensaciones con las que empecé
este año y es que me sentía perdida sin lograr encontrarme a mí misma, algo que
a día de hoy puedo decir que he conseguido contando con miles de factores
externos que han hecho que creyera en mí como lo que soy.
Como todos los años, contamos con momentos buenos y con
momentos no tan buenos que nos hacen en cierta medida crecer como personas y es
que en eso consiste la vida, actuar en base a lo que sientes para no llegar a
arrepentirte de nada y aprender de cada lección que te enseñan las personas y
los hechos.
Y es que tengo claro que cada momento malo que haya podido
tener este año, no quiero considerarlo como tal porque sí, soy de las que creen
que las cosas pasan por algo y que todo tiene un significado que tarde o
temprano sabrás y agradecerás. Porqué centrarnos en todo aquello que nos haya
hecho llorar o sentir que somos insuficientes, por qué no centrarnos en aprender
a ver que hay cosas que por mucho que nos empeñemos no están hechas para
nosotros, lo mismo ocurre con las personas. Hay que saber diferenciar entre lo
que te hace bien y lo que te hace mal, parece realmente fácil pero cuando hay
sentimientos de por medio se te hace un mundo. Todo es cuestión de saber si te
merece la pena lo que estás viviendo o te hace más mal que bien, de saber si
ganas más que pierdes, de saber si sientes que debes estar ahí o no, de saber
si te hace ser tú mismo o no.
Son tantas cuestiones que plantearse a uno mismo, que parece
que nunca queremos hacer frente a esas respuestas que se hallan en nuestro
interior y que, por ciertos motivos, no dejamos que salgan. Me gustaría que
todos nos parásemos alguna vez a pensar en cada uno de estos aspectos, quizá
nos ayude a la hora de actuar y a la hora de vivir.
Este año me he dado cuenta de muchas cosas, empezando por
haberme quitado la venda que tenía con ciertas personas, las cuales tenían
asignado un valor de gran importancia por todo lo vivido pero que han terminado
demostrando la realidad que yo no era capaz de ver. Quiero darles las gracias
porque me han ayudado a conocerlas realmente y a saber qué personas necesito y
quiero en mi vida. Gracias por abrirme los ojos.
No quiero detenerme en las despedidas, porque son eso, un
adiós. Quiero centrarme en las llegadas y bienvenidas que el 2019 me ha
regalado. Y es que me parece increíble como cuando más lo necesitas, cuando más
hundida te sientes y cuando más perdida te encuentras, la vida te regala a
personas que consiguen salvarte del ahogo. Llegan de la forma más sencilla e
inesperada, y es que dos simples noches de fiesta, a las que consideraba un día
como cualquier otro, me hicieron descubrir a dos personas maravillosas a las
que no hizo falta conocer en profundidad para saber que merecía la pena
mantenerlas a mi lado. Dos personas que en tan poco tiempo consiguieron que
volviera a sentirme yo misma, cosa que hicieron sin darse cuenta. Así que más
que agradecer la llegada de ambos a mi vida, agradezco el haberme ayudado a
crecer a su lado, el haberme levantado con una simple palabra o con un abrazo,
y todo sin esperar nada a cambio. Gracias por encontrarme y gracias por
quedaros.
No me olvido de todas aquellas personas que se han mantenido
a lo largo de los años, y es que no puede hacerme más feliz seguir compartiendo
cada momento junto a cada uno, riéndonos hasta llorar, abrazándonos hasta que
duela, queriéndonos de una manera tan bonita a la vez que admirable. Y es que a
vosotros también tengo que agradeceros que os hayáis quedado tanto tiempo y que
sigáis queriendo quedaros a mi lado aguantando cada drama, escuchando, ayudando
y apoyando. Os debo mucho y no sé por dónde empezar.
Finalmente, el año no lo acabo tal y como comencé. De no
encontrarme a saber en qué lugar estoy y debo estar, de no saber cómo quererme
a ir aprendiendo poco a poco a hacerlo. Porque lo importante no es la rapidez
en la que lo haga, sino hacerlo y conseguirlo. De quedarme solo con lo malo a
aprender a valorar lo que realmente me importa, de centrarme en pensar en el
futuro olvidando el presente a aprender a apreciar cada momento y cada minuto
del día en el que vivo. Y es que he llegado a la conclusión de que, qué importa
el día de mañana, qué importa la duración que tengan las cosas, si lo único por
lo que tenemos que preocuparnos es por el hoy, por estar bien en este mismo
momento. Muchas veces queremos abarcar tanto que se nos olvida realmente lo
importante. Algo por lo que me siento orgullosa de haber aprendido es que,
nunca acabes el día y te vayas a dormir con la sensación de no haber hecho algo
que sentías que querías hacer. No hay peor sentimiento que el arrepentimiento
por no haber disfrutado como querías. Igual que el miedo, acostumbrados a verlo
como algo malo, cuando es todo lo contrario. Siente miedo, porque eso
significará que estás vivo. Hazle frente, porque eso te demostrará a ti mismo
la valentía que posees. Y actúa, porque al hacerlo habrás ganado.
Así que gracias 2019 por haber cargado mi vida de aprendizaje,
cariño, realidad y lealtad. Estaré eternamente agradecida. Bienvenido seas
2020, espero grandes aportaciones tuyas, pero, sobre todo tengo claro que, voy
a vivirte como solo sé hacerlo, intensamente.