jueves, 16 de febrero de 2017

El peso de la balanza

Debo decidir si dejarte atrás o seguir cogida de tu mano. 
Si olvidarte en un suspiro o retenerte entre mis brazos. 
Saber qué es lo correcto, si tu mente o tu cuerpo. 
Analizando cada centímetro la pureza de tu piel, qué mejor manera de saber si me convienes. 
Abrir los ojos cada mañana, encontrarme contigo 
o simplemente con un vacío. 
Y he llegado al punto de no saber qué es lo mejor. 
Porque ninguna de las opciones me convence lo suficiente. 
Ni siquiera tus caricias imaginarias me llenan. 
Porque quizá todo sea producto de mi imaginación y nada de lo que siento ha pasado. 
Ni tú existes, 
ni yo existo. 
Quizá no tengo que decidir entre tú y yo, quizá sólo es cuestión de organizar los sentimientos. 
Ver qué pesa más, 
los buenos momentos (habiendo sido pocos), 
o el daño sufrido (habiendo sido excesivo). 
Resulta muy sencillo verlo desde fuera, cuando no te hace falta ni un segundo para saber responder. 
Hay que ponerse en la piel del protagonista y darse cuenta de que no es tan fácil, 
que cuando hay algo de por medio necesitas tiempo. 
Ese que te sobra cuando interpretas el papel secundario. 
Porque todo es más fácil con un guión describiendo lo que debes sentir. 
Porque la mejor vía de escape es desaparecer, huir. 
Pero también sería la más cobarde. 
Así que prefiero quedarme, plantando(me)te cara y decidiendo 
si arriesgarme a tu boca y partir a tu mirada, 
o, 
coger ese tren de ida pero siempre sin vuelta.

domingo, 12 de febrero de 2017

Crecer

El armario donde acababa de encerrar a su muñeca. A la vez que sus recuerdos.
Porque nunca una muñeca podía hacer sentir tanto.
Porque nunca una muñeca había estado tan viva. 
Ocultando en su rostro llantos de niños abrazados a sus padres. 
Ocultando besos de buenas noches y de buenos días. 
Ayudando a crecer a la niña dulce y al niño travieso. 
Dejando atrás años de niñez y madurez, cargados de sueños cumplidos. 
Y los que quedan por cumplir. 
Porque dejar atrás el pasado no significa abandonarlo. 
Porque nunca ha sido fácil encerrar a una muñeca y menos cerrar una puerta. 
Abierta de par en par. 
Contemplando ese recorrido que tú transformas a cada paso que das. 
Porque la vida pasa, arrasando con el tiempo y, sobretodo, almacenando los recuerdos.