jueves, 30 de enero de 2020

Miedo.


Curiosa palabra “miedo”
Nunca sabemos cómo interpretarla.
Nunca sabemos qué conlleva.
Nunca sabemos cómo reaccionar.
La mayoría de las personas sienten que es algo malo, pero, ¿por qué no transformamos el miedo en ilusión?
El miedo consigue alejar.
Consigue derrotar.
Consigue cerrar.
Y consigue dejar de ser tú mismo.
Pero, realmente, ¿qué tememos?
Tememos conocer lo desconocido.
Tememos sentir lo nunca sentido.
Tememos abrirnos tanto que puedan alcanzarnos y hacernos daño.
Tememos descubrir una parte escondida de nosotros mismos que, realmente, no sabíamos que existía.
El miedo es protección ante la vida, ante las personas y ante ti mismo.
Sin darnos cuenta de que, el miedo, nos quita lo mejor que puede ofrecernos.
Una mejor versión de nosotros mismos.
Un sentimiento que nos hace sentirnos completos.
Sentimos miedo hasta de lo más simple que puede ocurrirnos.
A una mirada.
A una caricia.
A un beso.
Sentimos miedo de aquello que necesitamos para sentirnos bien.
Y yo me pregunto, ¿por qué?
Qué hay de malo en sentir.
Qué hay de malo en conocer.
Qué hay de malo en fijar la mirada en alguien.
Sin miedo no aprendemos pero, sin él, avanzamos.
Debemos valorar qué compensa más.
Quedarnos arriesgando todo por algo que nos hace sentir ilusión
O
Alejarnos encerrándonos en nosotros mismos pensando en lo que puede pasar.
Pasamos el mayor tiempo de nuestra vida preocupados por lo que vendrá.
Olvidándonos de lo que tenemos realmente en frente.
Y, sin ninguna duda, debemos quedarnos con lo que tenemos delante de nuestros ojos.
Quedarnos con la sensación de descubrir algo nuevo.
De descubrirnos a nosotros mismos.
De poder ver lo que alguien consigue sacarnos de lo más profundo.
Sin pensar en un mañana, ni en un ayer, solo en un hoy.
Porque si, el miedo ayuda a no recibir daños externos, pero, no ayudar a evitar los nuestros.
Y esos son los más importantes, los que duelen, los que te hacen llorar, los que te hacen dejar de confiar y los que te hacen dejar de ser.
Y la única misión que tenemos que completar, es vivir siendo.

martes, 21 de enero de 2020

Sentir.


Una palabra de seis letras que produce tanto miedo a aquel que lo experimenta.
Un miedo irreal, que nadie quiere y que nadie entiende.
¿Por qué tener miedo de algo que nos permite vivir?
Si alguien no sintiera, no viviría.
Dejemos de darle importancia a los momentos en los que alguien nos hace sentir mal y comencemos a valorar cuando alguien nos hace sentir bien.
Especial, único e irreemplazable.
Cada fallo que cometemos.
Cada daño que recibimos.
Cada paso en falso que damos.
Son la combinación perfecta para dejar de atrevernos a querer.
O eso queremos creer.
Nadie quiere arriesgarse a conocer y descubrir lo nuevo.
Porque siempre contamos con el fantasma del pasado atado a nuestros pies.
Sin dejarnos avanzar y sin dejarnos crecer.
No debemos permitir que nuestros sentimientos caigan en el silencio.
Nada vuelve a ser igual dos veces.
No todo nos va a hacer escapar.
Llegará algo por lo que merezca la pena arriesgarse.
Por lo que merezca la pena dejarnos sentir.
Y ahí nos daremos cuenta de que no concebimos la palabra vida sin sentimiento.
Porque lo malo nos hace aprender todo aquello que no conocemos de nosotros mismos.
Todo aquello que no conocemos de la vida.
Todo aquello que no queremos en nuestro día a día, que no queremos en nuestra historia.
No hay que tener miedo a los sentimientos.
Porque tenerlos nos hace la vida más fácil, aunque nos empeñemos en complicarla.
Quitemos la venda del corazón, de los ojos y de las manos.
Comencemos a sentir libremente sin la preocupación de lo que pueda pasar, de lo que venga y de lo que desaparezca.
Comencemos a acariciar lo que nos hace sentir especial, a agarrarnos sin miedo a aquello que no queremos perder.
Comencemos a mirar, a apreciar y a valorar aquello que tenemos delante, lo que nos hace sonreír.
Porque si queremos vivir, tenemos que empezar a sentir.